lunes, 21 de enero de 2013

Mis días.

La historia que están por leer fue publicada en la revista "Conciencia Makacha", una vez más publicaron textos de la autoría de mi hermana y mia, en esta ocasión fueron dos textos y no sólo uno, lo cual nos tiene asombrados y nos hace pensar que o no somos tan malos escribiendo o en verdad somos imbéciles pero menos que el resto de quienes enviaron sus textos en las convocatorias, disfruten y préstenle algo de atención, tal vez les enseñe algo y si es así pues estaría chingón que me lo hagan saber ya sea via Facebook, Twitter o en los comentarios de este post:

Desperté temprano, tuve que hacerlo para llevar a mi hijo a la escuela, le doy la bendición antes de que entre tal y como mi mamá lo hacía conmigo, me interesa que estudie, que tenga las oportunidades que yo no tuve para que no termine como yo, digo, no me quejo ni me va nada mal pero tampoco es mi vida soñada; en fin, regresé a la casa y dormí un poco más; me toca trabajar así que voy con mi proveedor por algo de mercancía, todo buen comerciante pasa por lo mismo, le pago la entrega anterior y me da la nueva, siempre es así, ahora tengo que surtir los pedidos, muchos de mis clientes son gente bastante adinerada que simplemente me llaman para que yo haga la entrega (claro, con un módico costo extra). 

Son casi las 9 y a estas alturas ya estoy algo cansado pero mi día aún no termina, tengo que ir al supermercado a comprar varias cosas que necesitamos en la casa y que mi mujer necesita para hacer la cena, "aprovecha ya que estás afuera" fue lo que dijo mi esposa cuando me llamó a última hora pidiendome que fuera y me hubiera enojado de no ser porque esas enchiladas le quedan buenísimas. Después de cenar le ayudo a mi hijo con su tarea y lo llevo a dormir para que se pueda levantar a tiempo, al día siguiente lo mismo, me toca llevarlo a la escuela y de ahí a comprarle un disfraz para el festival navideño, a su grupo le tocó hacer la pastorela y a él hacerla de diablito, sin duda le fue mejor que a mi, de niño a mi me tocó cantar villancicos. 

Llega el fin de semana y aprovecho para salir con mi familia a comer, a pasear y al parque a jugar con mi hijo, pasamos a visitar a mi mamá, está muy contenta porque hace poco le compré una televisión nueva, era lo menos que podía hacer por ella; siendo ya la noche del domingo mi hijo me avisa que necesita cosas para la escuela, ni modo de enojarme, también yo era así. 

Ya es lunes y el ciclo se repite, lo mismo el martes, la escuela, la visita al proveedor, las entregas y después de todo eso el regreso a casa, cenamos y enciendo la televisión, está una de esas mesas de análisis y están hablando sobre el narcotráfico, dicen que los narcos son una bola de asesinos que matan niños inocentes con sus malditas drogas y ciertamente me enoja- ¡Yo jamás le he vendido droga a un niño!- pensé, ¿cómo podría?, veo a mi hijo en ellos, me alegra haber hablado con él sobre el consumo de esas cosas, me esfuerzo en estar al pendiente de él y creo que todo padre debiera hacer lo mismo, en aquel programa dicen también que los narcos son homicidas, que se la pasan matándose y generando violencia, yo jamás le he disparado a nadie, trabajamos como cualquier persona, los que venden tabaco o alcohol hacen lo mismo, la única diferencia es que a ellos sí los dejan trabajar tranquilamente. 

Mis clientes son gente adulta, chavos del barrio, algunos estudiantes y muchos fresas y rockstars que son los que me llaman a hacer entregas, ¿quien sabe?, tal vez mi mercancía inspire un éxito mundial para alguna banda; siempre he creido que cuando eres adulto y te metes algo lo haces a sabiendas del riesgo que conlleva y que tratándose de tu cuerpo y tu vida sólo tú puedes decidir; quienes nos dedicamos a esto tenemos familias y tenemos que alimentarlas, no me avergüenzo de mi trabajo ni creo que mis clientes deban avergonzarse tampoco, en vez de eso la gente debería analizar mejor las cosas antes de emitir un juicio y tacharnos de asesinos y encarcelarnos, en especial mis clientes de la policía y de la política cuyos hijos pagaron la enorme pantalla nueva que ahora debe estar viendo mi mamá. 

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