viernes, 10 de agosto de 2012

Ten cuidado con lo que deseas o se podría volver realidad.

  Recuerdo los días de la infancia, cuando era una humanejita tierna, poco maleada y de mejor humor, mi única adicción era el chocolate amargo y las fresas con crema batida, mi prioridad, poner popó de perro en la puerta de la vecina que le recordó a mi tutor la firma de boletas de la primaria, aludo al momento cuando pensaba que los adultos siempre hacían su voluntad, decidiendo cualquier actividad, si salíamos de casa, si ya era la hora de comer, cómo tenía que vestir, qué películas podía mirar y ansiaba el día en que yo creciera para "hacer lo que yo quisiera"... oh, gran error.

   La vida de un adulto está llena de mierda, demasiado por qué preocuparse y generalmente de importancia mínima, pareciera que eso de fijar tu atención a cosas o situaciones estúpidas fuese un requisito para considerarse "un adulto", dejas de disfrutar la vida y sus placeres simples y comienzas a catalogarlo todo y necesitas cada vez más elementos para "ser feliz" , una felicidad efímera que termina en el momento en que Apple saca un nuevo gadget y el tuyo ya no es el último, cuando te diste cuenta que debiste elegir las zapatillas grises porque las azules que tienes puestas también las lleva la secretaria que te caga, que te rompieron el corazón y te lamentas el haberlo previsto y aún así continuar con ello, que tu amiga se enredó con un patán y no lo deja porque le da miedo estar sola, eso entre miles y miles de motivos estúpidos hacen que tengamos más a menudo problemas mediocres y una "vida" de contenido barato similar a las teleseries de pésimos actores y bajo rating. 
  Si en algún momento logras darte cuenta que no vas por el camino correcto, tu lucha se centraría en encontrarlo y sólo tu sabrás qué es eso que te hace realmente feliz, tal vez se convierta en tu nuevo reto, un poco más digno que los anteriores pero no por ello más simple, todo lo contrario, podría volverse tan complicado que existe la posibilidad que como otros tires la toalla a destiempo. De no ser el caso y te animes a ser feliz, tal vez recuerdes con una sonrisa sincera que antes tu mayor desafío era subirte al árbol de ciruelos junto a tus primos para ver quien recolectaba más "frutitas rojas", después comerlas y jugar a que el juguito era sangre que brotaba de alguna horrible herida provocada por un feroz tiburón que los había atacado por haber pisado las líneas del piso.

   Hoy tu deseo se ha concedido y ya eres grande, la pregunta del millón es:

...¿Realmente estás haciendo lo que quieres?



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