viernes, 6 de septiembre de 2013

No hay tables en el DF


De vez en vez, y cada vez por más tiempo, mi lado vouyerista me hacía mirarlos a través del jardín, en la ventana de enfrente, la pareja de vecinos recién llegados veían el televisor, discutían, medio desempacaban, miraban el televisor, callaban y volvían a discutir, mientras él rascaba repetidamente su redonda barriga o su cabeza con sobrantes de pelo que insistía en mal peinar antes de salir fastidiado y ella, como derrotada, sólo se cruzaba de brazos, molesta, apretando y resaltando sus grandes pechos. 
Él se iba por las mañanas y llegaba hasta tarde y ella se quedaba ahí desempacando, durmiendo, haciendo dos comidas al día y todo eso sin cortinas que impidieran que dejara de mirarla, no se que me prendía más, si verla moverse, ir y venir con cosas en las manos, flexionarse, sudar, agacharse en  esas ligeras ropas talacheras o el hecho de presentir que ella sabía que yo la miraba, mientras me echaba un churrito para extender la visión toooodo lo que se pudiera, aún así no me explicaba como alguien así de bonita y deseable andaba con alguien así de feo. La única opción que encontré para saber tal incógnita era el platicar con ella, así que me levanté temprano esa mañana y saqué un poquitín de mi mejor reserva de hierba, la que llamo Liz Taylor porque, como los ojazos de Liz, tiene color violeta y sólo la comparto cuando hay que ... relajar el ambiente.
Cociné los mejores pastelitos con mi reserva y llevé una tetera con una mezcla de té chai y tecito verde y la cremera con leche, toqué a su puerta sabiendo que no la importunaba porque para las 10 de la mañana su rutina me dictaba que continuaría desempacando y reacomodando lo desempacando. Ella abrió la puerta y traía esa playerita vieja y transparentosa de Snoopy, sus tetas bamboleantes hacían que al perro monocromático le vibraran los ojos y la nariz, neta, como si el dibujito me dijera " ¡¡¡ya chingaste Yumbina!!! " la vecina me miró extrañada pero mientras quitaba un mechón de cabello de su cara me sonrió levemente al reconocerme de la ventana de enfrente -No me gusta cocinar tan buen desayuno y no compartirlo, ¿te gustaría comerlo conmigo?- le dije amablemente. Al parecer surgió efecto el olor de pan recién salido del horno porque con otra sonrisita me invitó a pasar. Me contó que venía de un pueblo cerca de la costa de Guerrero, que su marido era su más grande "fan" cuando vivían allá y que decidió sacarla del table donde ella trabajaba, que le dio todo, y terminaron casándose 8 meses después y ella aseguraba eran felices... hasta hace poco que descubrió que tenía un romance con otra chica del mismo table y por eso ahora en papel de esposa lo obligó a aceptar la plaza chilanga y mudarse a la ciudad, y que ahora casi siempre está triste porque todas las noches él llega a las 11 cuando sale de la oficina desde las 7. Tal vez creyó que no habría tables en tierras chilangas. Ya entradas en la platica noté que cada cosa que me platicaba, por triste, sosa o divertida venía acompañada de una risita y luego una carcajada suya, el remedio para todo, incluyendo un corazón roto ya había hecho efecto, me asusté un poco cuando vi que se había chingado 5 pastelitos porque yo con un par ya me pongo high, pero ésta cabrona se jambó 5, yo la escuchaba y escuchaba y en el viaje en el que ya andábamos las dos todo era leeento, incluso el movimiento de sus tetas con cada risotada que daba, no pude evitar mencionar lo bonitas que eran, ella como era de esperarse se rió y se rió y me dijo que le gustaría ver las mías, se las mostré y no se como terminamos comparando tamaños y tonalidades de nuestros pezones, los míos eran por muy poco más claros, los de ella eran más grandes y no pude contenerme, cubrí uno de sus pezones como de gomita con mi boca y lo presioné con la lengua mientras bajaba mis manos por sus nalgas bajo la ropa, lamí, presioné y succioné y ella parecía disfrutarlo -"Hace mucho que no lo hago con una hembra"- me dijo con voz entrecortada y una sonrisa en sus labios. -Pues nunca es tarde para ponerse al día- le dije mientras tomaba con mis manos su rostro y la bajaba por mi abdomen, ella se dejó llevar hasta abajo, ahí donde, cada que me acuerdo, froto mis rodillas.

Y así entre besos, suspiros y chupetones derramamos nuestra felicidad... digamos que a chorros, después de unas tres horas (que para mi fueron como 8) regresamos del viaje, sin ropa, sudadas, jadeantes, pero eso sí, aún conservábamos las risas.
Y así es como de vez en cuando me cojo a mi vecina, y a veces me coge ella, pero ahora le cobro por el  amor y los panquecitos y tengo un ingreso que viene del bolsillo de su wey, definitivamente ella es más feliz que hace 3 meses que llegó, y no hace tanto drama cuando su hombre no llega temprano, sólo toma el teléfono y nos masturbamos frente a las mutuas ventanas, mirándonos o escuchándonos, pero eso no se lo cobro, ya sería abusar.

Y colorín colorado en este cuento se ha follado.








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